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El lado más personal de Apoño

JAVIER IBÁÑEZ/ESPIRITU DEPORTIVO. Apoño estará de baja por una micro rotura de fibras unas dos semanas. Espera reaparecer ante el Granda. Una lesión que echando la vista atrás, no es nada para Apoño.

Antonio Galdeano Benítez, más conocido como “Apoño”, nació en el barrio malagueño de La Palmilla un 13 de febrero de 1984. Desde pequeño Apoño sabía lo que quería ser, futbolista, pues siempre estaba con un balón en los pies, pero sus inicios no fueron fáciles.

Apoño comenzó jugando en el equipo “26 de Febrero”, club modesto de su barrio hasta la edad juvenil. Entre el colegio que iba Apoño, Las Misioneras, y el campo de La Virreina, apenas hay unos metros de distancia. Ahí es donde empieza a nacer la historia, siempre con un balón en sus pies, de Antonio Galdeano “Apoño”. Con ese mote que él mismo se puso cuando apenas hablaba es como se le empezaba a conocer por su tierra.

Tras pasar la edad juvenil, Apoño pasó a formar parte en 2003, de manera profesional, del club de tercera división San Pedro, para posteriormente en la temporada 2004-2005 pasar a formar parte de la UD Marbella de segunda división B, donde pasaría 3 años y empezaría a demostrar la calidad que siempre tuvo y que siempre quiso enseñar. Pero en ese periodo la vida de Apoño no fue sencilla, siempre rodeado de una vida poco sana que no congeniaba con el sueño que é siempre tuvo. Antes de cumplir su sueño y llegar a triunfar en el equipo de su vida, su Málaga, Apoño tuvo que luchar y superar demasiados obstáculos o situaciones: su familia, errores que cometía asiduamente, la gente que vive con él y de él, numerosas salidas nocturnas… muchas vallas que saltear para lograr ser un jugador de élite, su máxima ambición.

A pesar de la gran técnica, visión de juego, carácter, ambición… que poseía Apoño, no fue hasta los 24 años cuando llegaría a la élite, a su querido Málaga por aquél entonces en segunda división. Atrás dejó la delincuencia y la droga de su complicado pero amado barrio de Las Palmillas, compaginar el fútbol de clase media con el montaje y desmontaje de techos, luchar por la salvación de sus equipos en contra de verlos en lo alto de las clasificaciones. Pero al final, Apoño asomó la cabeza en el Málaga de la mano de un Muñiz que lo rescató de aquél Marbella de segunda B confiando en sus prestaciones. Apoño se metió a la afición del Málaga en el  bolsillo con su juego callejero pero de calidad, con esa lucha en el centro del campo, con esas ganas de comandar el equipo con ese carácter siempre ganador. Con todo eso, aquél joven del duro barrio de Las Palmillas ascendió al Málaga a primera división, esa liga donde todo cobra una dimensión mayor y donde él siempre quiso estar.

A pesar de llevar una vida deportiva poco aconsejable, Apoño era indiscutible en el equipo. En la pretemporada 2011-2012, el 10 del Málaga veía los nombres que sonaban para reforzar a un Málaga que buscaba saborear partidos europeos. Ese verano Apoño lo dio todo e hizo su mejor pretemporada, compañeros y técnicos del club aseguraban no haberlo visto nunca tan bien, fino y con una gran capacidad de trabajo. El  nacimiento de su primer hijo Antonio el año anterior le empezó a centrar y el de su segunda hija, Gisela, lo hacía aún más. También le ayudaba el pasar menos horas en Palma-Palmilla, donde siempre se juntaba con gente poco sana para su vida. Incluso se compró un chalet en Alhaurín de la Torre para alejarse de todo eso.

Todo iba bien para Apoño y para el Málaga, con un nuevo equipo con grandes jugadores que le acompañaban como eran Toulalan, Cazorla o Van Nistelrooy. Todo iba bien hasta una aciaga tarde en el debut liguero en Sevilla donde al ser sustituido al descanso criticó a compañeros y entrenador, Manuel Pellegrini. Ese hecho le crucificó y acabó con su sueño de marcar una época en el equipo que siempre adoró. Pellegirini no le llevó convocado los siguientes tres partidos esperando a que se disculpase, pero Apoño pensaba que no debía hacerlo, fiel a su complicado y orgulloso carácter, ese mismo que anteriormente en edad juvenil le obligó a abandonar la cantera malacitana.

Después de todo eso, transcurrió la temporada con un Apoño enfrentado con el técnico chileno y sin tener protagonismo en el equipo. Finalmente, se dio su cesión en el mercado invernal al Real Zaragoza, reclamado por un Manolo Jiménez que desde que lo vio en el Marbella siempre lo quiso. Desde ahí, ya se sabe cómo continúa Antonio Galdeano “Apoño”, un jugador diferente en todos los sentidos que cuando juega, hace jugar.

 

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