JAVIER IBÁÑEZ/ESPIRITU DEPORTIVO. El Real Zaragoza no está viviendo bien en su casa. El equipo maño no arranca en La Romareda en lo que se lleva de temporada, todo lo contrario que cuando visita a sus rivales.
El conjunto de Jiménez ha empezado muy mal en casa y de los 7 choques disputados, solo ha conseguido hacerse con los tres puntos en dos ocasiones, ante Osasuna y Deportivo en una gran remontada. Todos los demás encuentros se cuentan por derrotas ante Valladolid, Málaga, Getafe, Celta y Levante. Además, está el curioso dato de que todas las derrotas sufridas han sido por el mismo resultado y por la mínima, 0-1, como si no hubiera que ensañarse más con el Real Zaragoza, como si bastara con perder y nada más, como si fuera una maldición.
Ninguno de los equipos que se ha llevado los puntos ha sido claramente mejor que el equipo maño, pero con poco ha sido suficiente para anotar su gol y dejar sentenciado el partido. Ésta circunstancia es rara ya que el Real Zaragoza propone jugar y llevar la iniciativa, pero la suerte le es escasa, sobre todo el gol, donde en 5 de 7 partidos no se ha conseguido perforar la meta rival.
Las derrotas se entienden menos si se ven los resultados logrados fuera de casa, donde el Real Zaragoza está consiguiendo grandes resultados y victorias. Se puede decir que lo que no gana en La Romareda lo hace fuera. Tal vez el motivo de ésta ‘maldición’ esté en las ganas de hacer más en casa de lo que el equipo puede hacer y del ansia acumulada por no conseguir victorias en su feudo.
Jugando fuera, el Real Zaragoza se muestra un equipo sólido, compacto, efectivo y fiable, un equipo ordenado que intenta tener el balón pero no tanto como en casa, esperando el momento para lanzar rápidas contras sin perder el orden y poder sentenciar al rival las veces necesarias para lograr el triunfo. Juega con cabeza. Todo lo contrario que le pasa en su casa, donde a pesar de intentar llevar la iniciativa del juego y dominar no logra superar a su rival. El equipo blanquillo intenta atacar la mayoría del partido a rivales que normalmente esperan su oportunidad, justo como hace el Real Zaragoza como visitante. Pero sus ataques muchas veces los hace con cierto desorden y dejándose llevar, y eso provoca que el rival en cuanto recupera el balón tiene mucho más fácil y despejado el camino hacia la meta de Roberto, generando ocasiones más claras de gol. En La Romareda el equipo se desmelena y se desordena.
Se puede decir que el Real Zaragoza como local se deja llevar por las ganas de demostrar lo logrado fuera, mejorarlo con un ataque más constante, ser más dominador… y eso hace que el equipo se rompa y encaje gol. A partir de ahí se vuelve todo en contra, en un desquicio para los jugadores que empiezan a actuar por ímpetu en vez de con cabeza.
Las ganas por hacer de más en casa generan el maleficio de La Romareda, ese maleficio que acabará cuando el equipo sepa que tal vez siendo ordenados, compactos y pacientes como hacen en casa rival es la solución para lograr las victorias, trabajándolas desde la paciencia y la cabeza.
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