JAIME PARICIO/ESPIRITU DEPORTIVO. Sería de extrema dificultad intentar expresar los sentimientos que se nos pasan por la cabeza y el corazón a los aficionados zaragocistas en este momento.
Decepción, frustración,tristeza,desilusión; podrían servir para catalogar el estado de ánimo actual de toda una afición que ha vuelto a responder de manera increíble con una gran asistencia y ambiente en el feudo aragonés. Frustración es el que más se ha repetido durante toda la temporada, esa sensación de impotencia e inferioridad que siente el Real Zaragoza ante la inmensa mayoría de equipos de nuestra Liga. Cuando parecía que el sol volvía a salir por la capital aragonesa, un tornado llamado Athletic dejó en la más oscura penumbra a toda una ciudad ilusionada con el posible milagro.
El partido empezó con máxima igualdad entre ambos conjuntos, el Athletic plantado en su campo avanzando poco a poco con balones largos a Aduriz que peleaba con dos torres defensivas como Álvaro y Sapunaru. El Zaragoza se fue desperezando, y fue cogiendo las riendas del partido gracias a una presión medular y ofensivo muy importante, que permitió al equipo robar multitud de balones. El partido fue cogiendo un color verde esperanza para los maños que veían cada vez más cerca la posibilidad de adelantarse en el marcador. Hélder Postiga tras una espectacular jugada colectiva ponía en pie al estadio entero gracias a un bello remate con la testa, mejor cualidad del ariete portugués. Apoño bajó con el tacón un balón de Álvaro que caía del cielo, y habilitó a Montañés, para que tras un magnífico centro y regate asistiera el primer y único gol zaragocista. El equipo se echó mínimanente para atrás, y empezó a manejar el partido desde su campo y a esperar unas acometidas visitantes que en ningún momento tuvo peligro en defender. Un gol mal anulado a De Marcos al filo del descanso añadía un cierto sabor amargo a polémica en medio de la gran momentánea victoria local. Gran parte del éxito cosechado en la primera parte fue gracias a una brillante actuación de los dos laterales del Zaragoza: Abraham y Fernández.. Sin perder en ningún momento la posición se incorporaban al ataque con acierto y seguridad. El doble pivote formado por Apoño y Pinter también funcionó a la perfección e hizo que el equipo defensivamente fuera sobresaliente. La segunda parte tuvo tintes de la primera hasta los últimos quince minutos del Zaragoza, que se convirtieron en un auténtico drama.
Desde su propio campo sacando la bola con criterio y acierto, cualidad que este año el equipo ha echado mucho en falta. Postiga tras una muy buena jugada elaborada por él mismo tuvo la sentencia en sus botas pero un inspirado Iraizoz se lo impidió con una gran parada. Rochina botando una falta desde el flanco derecho estuvo apunto de anotar el segundo tras tocar en el portero vasco, pero el travesaño lo evitó. Un punto de inflexión para el técnico sevillano ha sido sus pésimas decisiones con los cambios que ha realizado en la segunda parte. Ni Movilla, ni Bienvenu, ni Rochina estuvieron a la altura de las circunstancias del encuentro, y eso el equipo lo notó en exceso. Un zaragoza que acusaba el enorme esfuerzo físico realizado veía como con el paso de los minutos el Athletic se crecía y se acercaba con mayor peligro a su portería. Le entró vértigo al conjunto aragonés y Llorente e Ibai en diez minutos de pánico zaragocista hicieron que los tres puntos volasen a la capital vasca. Difícil situación para el equipo, que sin depender de sí mismo se enfrentará a Betis y Atlético por obrar un milagro que se antoja cada vez más complicado.
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