JAVIER IBÁÑEZ/ESPIRITU DEPORTIVO. Ayer en La Romareda se vivió un partido de no sabemos qué. Mal juego a parte del Real Zaragoza, hay cosas que no se pueden entender ni explicar, más aún en los tiempos que vivimos.
Se habla mucho siempre en el fútbol de fair play, deportividad, esto es un deporte, etc… pero ayer el partido entre el Real Zaragoza y el Levante no dejó clara tal cosa. Es inadmisible que se permitan determinadas acciones y sobre todo a determinados jugadores, reincidentes y que disfrutan haciendo lo que hacen, sino no se entiende que lo hagan tantas veces.
Ayer David Navarro volvió a demostrar lo que es: un jugador "poco limpio". No juega al fútbol, juega a su guerra particular en la que solo él participa. Es lamentable ver como jornada sí y jornada también deja algún regalito al rival, bueno, mejor dicho algún codo.
En el encuentro de ayer la víctima fue Sapunaru, que recibió en un salto áreo un terrible codazo que el árbitro, al lado, no se dignó a pitar. Por suerte no pasó nada. Era roja, expulsión y penalti. Se aprecia claramente en las imágenes. No hay discusión. Y denuncio la agresividad y mala fe de este jugador porque lo ha hecho no sé cuantas veces sin ser un caso aislado o puntual. Hace tiempo en Champions, cuando jugaba en el Valencia, atacó cobardemente al defensa del Inter Burdisso con una espinillera en su puño para darle un puñetazo traicionero y posteriormente salir corriendo, perseguido por jugadores del Inter mientras se reía. Más recientemente ha propinado terribles codazos a Llorente del Athletic, denunciado también por el propio jugador, o a Cristiano Ronaldo, reventándole el parpado de su ojo izquierdo.
Cuando no son codazos son patadas, pisotones traicioneros por detrás, etc… Es muy triste que hoy en día, no se vigile más a jugadores así, que saltan al campo con una carta de presentación propia de un soldado que va a la guerra, con todas sus muertes anotadas en una chapa.
Da lástima ver como en el fútbol, el deporte más seguido y amado en el mundo, no se toman medidas en este asunto. Es vergonzoso ver como hay deportes donde se rearbitran jugadas polémicas. Ya no hablo de rearbitrar goles, fueras de juego… si no acciones que el árbitro no ha visto o querido ver, acciones que no ha pitado. Por ejemplo, en el rugby, deporte de contacto, después de cada partido se rearbitra por si hay algún placaje, entrada, fuera de la legalidad del reglamento. Si la hay, al jugador se le sanciona con partidos de suspensión para que la próxima vez, cuanto menos, se piense el volver a hacerlo.
¿Tan difícil es hacer esto en el fútbol y castigar al jugador que disfruta haciendo daño? Parece que sí. Ayer David Navarro volvió a salirse con la suya. Agredió a un jugador que le podía haber hecho muchísimo daño, dejarle KO sobre el césped, y se fue del partido sin una sola tarjeta amarilla y eso que debería haber sido expulsado.
Una cosa es jugar fuerte, ser un equipo contundente que juega al límite de la legalidad y otra es agredir con premeditación, viendo en las imágenes como la cara del agresor expresa bienestar y satisfacción por la agresión que acaba de cometer. Lo hecho, hecho está. Navarro está en su casa creyéndose el rey, el que manda. Está libre y dispuesto a seguir anotando víctimas a su chapa de guerra.
Jugadas y jugadores así son un mal ejemplo para los niños que disfrutan con este deporte y sueñan con ser algún día futbolistas, imitar a sus ídolos. Los comités no hacen nada ni toman medidas al respecto, por lo que esperemos que los padres de ésos niños si tomen medidas para que sus hijos elijan bien a qué jugador imitar.
Si no se toman cartas en el asunto, el fútbol, lamentable y tristemente, acabará siendo una guerra donde el más guarro saldrá vencedor.
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